La serie Mindhunter de Netflix nos ofreció una mirada fascinante al trabajo de los perfiladores criminales del FBI en los años 70, un período marcado por el terror que sembraron asesinos como Berkowitz. Este artículo ahonda en la historia de este notorio criminal, analizando sus crímenes, su captura y el misterio que rodea sus motivaciones. Exploraremos los detalles de sus asesinatos, la investigación policial y el impacto que tuvo en la sociedad neoyorquina y más allá.
El Modus Operandi de un Asesino
El Hijo de Sam operaba con una precisión escalofriante. Su arma predilecta era un revólver calibre .44. Inicialmente, su método prefería atacar a parejas jóvenes, enfocándose en la pasajera del asiento del copiloto. Desde la ventana del auto, disparaba cuatro balas a quemarropa. La eficiencia y la frialdad con la que ejecutaba sus crímenes eran características que lo definían.
Sin embargo, el patrón de Berkowitz no fue siempre consistente. En algunas ocasiones, atacó a mujeres que caminaban solas. Se observó una predilección por mujeres con cabello largo y oscuro, lo que generó un clima de pánico generalizado entre la población femenina. Muchas mujeres de la época cambiaron radicalmente su apariencia, tiñéndose el pelo o cortándolo, con la esperanza de evitar ser víctimas. El miedo se apoderó de las calles de Nueva York, generando un ambiente de paranoia y desconfianza. El misterio en torno a su identidad y sus motivaciones alimentó la creciente sensación de inseguridad y vulnerabilidad.
La investigación policial se convirtió en una carrera contra el tiempo. Cientos de policías trabajaron incansablemente durante casi un año, gastando más de un millón de dólares en la búsqueda del asesino. El miedo era palpable, y la presión sobre las fuerzas del orden era inmensa. La ciudad de Nueva York estaba bajo asedio, a merced de un criminal que parecía jugar con la policía, burlándose de sus esfuerzos.
Cronología del Terror
El primer asesinato ocurrió el 29 de julio de 1976. Una joven fue asesinada mientras estaba sentada en el asiento del copiloto de un automóvil. Este fue el inicio de una serie de ataques que aterrorizaron a la ciudad. El Hijo de Sam, con su meticulosa planificación y ejecución, demostró una capacidad de ocultamiento excepcional.
Los asesinatos continuaron, siguiendo un patrón similar en varios casos, aunque con algunas variaciones. Algunas víctimas sobrevivieron, pero con heridas graves. El impacto psicológico en las víctimas y sus familias fue devastador, dejando cicatrices imborrables en sus vidas. El terror se extendió como un virus, infectando el tejido social de la ciudad. La sensación de inseguridad se apoderó de la población.
En enero de 1977, Berkowitz cambió ligeramente su modus operandi. Atacó a una pareja en un estacionamiento, y posteriormente asesinó a una estudiante que regresaba del colegio. Estos cambios en sus métodos, aunque sutiles, revelan la versatilidad y la capacidad de adaptación del asesino, lo que dificultó aún más el trabajo de la policía. Después de cada crimen, dejaba cartas burlándose de las autoridades, lo que incrementaba la frustración y la presión sobre la investigación.
La Caída del Hijo de Sam
La captura de David Berkowitz fue un giro inesperado en la investigación. Una infracción de estacionamiento fue la clave para dar con él. Un testigo había visto a alguien huir después de un asesinato, y gracias a la minuciosa investigación del detective James Justus, se rastrearon las multas de estacionamiento del área. Este trabajo meticuloso, siguiendo cada pista con paciencia y persistencia, dio sus frutos.
El nombre de Berkowitz surgió de la lista de multas. Una llamada al departamento de policía de Yonkers, donde vivía el sospechoso, reveló un detalle crucial: Berkowitz había asesinado al perro de un vecino. Esta información, aunque aparentemente insignificante, proporcionó una conexión inesperada y un posible motivo, aunque cuestionable, para los crímenes. La conexión entre el perro, el vecino, y los asesinatos era, en sí misma, un enigma.
El 10 de agosto de 1977, once días después de su último asesinato, David Berkowitz fue arrestado. La captura, aunque se logró gracias a una pista aparentemente menor, fue el resultado de una investigación exhaustiva y del trabajo incansable de las fuerzas del orden. El alivio en la ciudad fue palpable, aunque la sombra del terror que había sembrado Berkowitz permanecería durante mucho tiempo.
El Misterio de la Motivación
Berkowitz afirmó que un demonio que habitaba en el perro de su vecino, cuyo dueño se llamaba Waca y cuyo padre se llamaba Sam (de ahí el apodo Hijo de Sam), le había ordenado cometer los asesinatos a través de los ladridos del animal. Esta explicación, sin embargo, es ambigua y ha sido ampliamente cuestionada.
La narrativa de Berkowitz sobre la posesión demoníaca ha sido considerada por muchos como una forma de evadir la responsabilidad de sus actos. Según se reporta en Mindhunter, más tarde admitió haber inventado la historia, motivado por las ofertas económicas que recibió por compartir su historia. Esta situación llevó a la aprobación de leyes en varios estados que prohibían a los criminales obtener beneficios económicos de la publicación de sus historias.
La verdadera motivación detrás de los crímenes de Berkowitz sigue siendo un misterio. Sus acciones, su modus operandi, y las cartas que escribió, sugieren una mezcla compleja de factores psicológicos y sociales que aún no se han comprendido completamente. La complejidad del caso de Berkowitz continúa alimentando el debate sobre la naturaleza del mal y las dificultades de comprender la mente de un asesino en serie.
El Hijo de Sam: Un Legado de Terror
David Berkowitz fue sentenciado a 25 cadenas perpetuas. Sufrió un infarto en 2017 a la edad de 66 años. Irónicamente, en la actualidad, se autodenomina "El hijo de la esperanza", declarando haber nacido de nuevo. Sin embargo, su pasado como El Hijo de Sam, el asesino que aterrorizó a Nueva York, permanece como un sombrío recordatorio del lado oscuro de la naturaleza humana.
La historia del Hijo de Sam es un estudio de caso fascinante para los psicólogos forenses y los investigadores criminales. Su caso ha servido para mejorar las técnicas de perfilación criminal y la investigación policial. El terror que sembró en Nueva York dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de la ciudad, un recordatorio constante de la vulnerabilidad humana ante el mal. La búsqueda de respuestas a las preguntas que plantea su caso continúa, y probablemente continuará por mucho tiempo. El enigma de su motivación, la precisión de sus crímenes y el impacto que tuvo en la sociedad, convierten a David Berkowitz en una figura que trasciende la crónica policial. Es un símbolo del miedo, la oscuridad y la capacidad humana para la violencia extrema. Su nombre, El Hijo de Sam, resonará por siempre en los anales de la criminología. La historia de este asesino en serie es un estudio constante para aquellos que buscan comprender la complejidad de la mente criminal y la naturaleza del mal.